viernes, 5 de diciembre de 2008

La Noche de los Feos de Benedetti

LA NOCHE DE LOS FEOS
MARIO BENEDETTI

Ambos somos feos. Ni siquiera vulgarmente feos. Ella tiene un pómulo hundido. Desde los ocho años, cuando le hicieron la operación. Mi asquerosa marca junto a la boca viene de una quemadura feroz, ocurrida a comienzos de mi adolescencia.
Tampoco puede decirse que tengamos ojos tiernos, esa suerte de faros de justificación por los que a veces los horribles consiguen arrimarse a la belleza. No, de ningún modo. Tanto los de ella como los míos son ojos de resentimiento, que sólo reflejan la poca o ninguna resignación con que enfrentamos nuestro infortunio. Quizá eso nos haya unido. Tal vez unido no sea la palabra más apropiada. Me refiero al odio implacable que cada uno de nosotros siente por su propio rostro.
Nos conocimos a la entrada del cine, haciendo cola para ver en la pantalla a dos hermosos cualesquiera. Allí fue donde por primera vez nos examinamos sin simpatía pero con oscura solidaridad; allí fue donde registramos, ya desde la primera ojeada, nuestras respectivas soledades. En la cola todos estaban de a dos, pero además eran auténticas parejas: esposos, novios, amantes, abuelitos, vaya uno a saber. Todos - de la mano o del brazo - tenían a alguien. Sólo ella y yo teníamos las manos sueltas y crispadas.
Nos miramos las respectivas fealdades con detenimiento, con insolencia, sin curiosidad. Recorrí la hendidura de su pómulo con la garantía de desparpajo que me otorgaba mi mejilla encogida. Ella no se sonrojó. Me gustó que fuera dura, que devolviera mi inspección con una ojeada minuciosa a la zona lisa, brillante, sin barba, de mi vieja quemadura.
Por fin entramos. Nos sentamos en filas distintas, pero contiguas. Ella no podía mirarme, pero yo, aun en la penumbra, podía distinguir su nuca de pelos rubios, su oreja fresca bien formada. Era la oreja de su lado normal.
Durante una hora y cuarenta minutos admiramos las respectivas bellezas del rudo héroe y la suave heroína. Por lo menos yo he sido siempre capaz de admirar lo lindo. Mi animadversión la reservo para mi rostro y a veces para Dios. También para el rostro de otros feos, de otros espantajos. Quizá debería sentir piedad, pero no puedo. La verdad es que son algo así como espejos. A veces me pregunto qué suerte habría corrido el mito si Narciso hubiera tenido un pómulo hundido, o el ácido le hubiera quemado la mejilla, o le faltara media nariz, o tuviera una costura en la frente.
La esperé a la salida. Caminé unos metros junto a ella, y luego le hablé. Cuando se detuvo y me miró, tuve la impresión de que vacilaba. La invité a que charláramos un rato en un café o una confitería. De pronto aceptó.
La confitería estaba llena, pero en ese momento se desocupó una mesa. A medida que pasábamos entre la gente, quedaban a nuestras espaldas las señas, los gestos de asombro. Mis antenas están particularmente adiestradas para captar esa curiosidad enfermiza, ese inconsciente sadismo de los que tienen un rostro corriente, milagrosamente simétrico. Pero esta vez ni siquiera era necesaria mi adiestrada intuición, ya que mis oídos alcanzaban para registrar murmullos, tosecitas, falsas carrasperas. Un rostro horrible y aislado tiene evidentemente su interés; pero dos fealdades juntas constituyen en sí mismas un espectáculos mayor, poco menos que coordinado; algo que se debe mirar en compañía, junto a uno (o una) de esos bien parecidos con quienes merece compartirse el mundo.
Nos sentamos, pedimos dos helados, y ella tuvo coraje (eso también me gustó) para sacar del bolso su espejito y arreglarse el pelo. Su lindo pelo.
"¿que está pasando)", le pregunté.
Ella guardó el espejo y sonrió. El pozo de la mejilla cambió de forma.
"Un lugar común", dijo. "Tal para cual".
Hablamos largamente. A la hora y media hubo que pedir dos cafés para justificar la prolongada permanencia. De pronto me di cuenta de que tanto ella como yo estábamos hablando con una franqueza tan hiriente que amenazaba transpasar la sinceridad y convertirse en un casi equivalente de la hipocresía. Decidí tirarme a fondo.
"Usted se siente excluida del mundo, ¿verdad?"
"Sí", dijo, todavía mirándome.
"Usted admira a los hermosos, a los normales. Usted quisiera tener un rostro tan equilibrado como esa muchachita que está a su derecha, a pesar de que usted es inteligente, y ella, a juzgar por su risa, irremisiblemente estúpida."
"Sí."
Por primera vez no pudo sostener mi mirada.
"Yo también quisiera eso. Pero hay una posibilidad, ¿sabe?, de que usted y yo lleguemos a algo."
"¿Algo cmo qué?"
"Como querernos, caramba. O simplemente congeniar. Llámele como quiera, pero hay una posibilidad."
Ella frunció el ceño. No quería concebir esperanzas.
"Prométame no tomarme como un chiflado." "Prometo." "La posibilidad es meternos en la noche. En la noche íntegra. En lo oscuro total. ¿Me entiende?" "No." "¡Tiene que entenderme! Lo oscuro total. Donde usted no me vea, donde yo no la vea. Su cuerpo es lindo, ¿no lo sabía?"
Se sonrojó, y la hendidura de la mejilla se volvió súbitamente escarlata.
"Vivo solo, en un apartamento, y queda cerca."
Levantó la cabeza y ahora sí me miró preguntándome, averiguando sobre mí, tratando desesperadamente de llegar a un diagnóstico.
"Vamos", dijo.
No sólo apagué la luz sino que además corrí la doble cortina. A mi lado ella respiraba. Y no era una respiración afanosa. No quiso que la ayudara a desvestirse.
Yo no veía nada, nada. Pero igual pude darme cuenta que ahora estaba inmóvil, a la espera. Estiré cautelosamente una mano, hasta hallar su pecho. Mi tacto me transmitió una versión estuimulante, poderosa. Así vi su vientre, su sexo. Sus manos también me vieron.
En ese instante comprendí que debía arrancarme ( y arrancarla) de aquella mentira que yo mismo había fabricado. O intentado fabricar. Fue como un relámpago. No éramos eso. No éramos eso.
Tube que recurrir a todas mis reservas de coraje, pero lo hice. Mi mano ascendió lentamente hasta su rostro, encontró el surco de horror, y empezó una lenta, convincente y convencida caricia. En realidad mis dedos ( al principio un poco temblorosos, luego progresivamente serenos) pasaron muchas veces sobre sus lágrimas.
Entonces, cuando yo menos lo esperaba, su mano también llegó a mi cara, y pasó y repasó el costurón y el pellejo liso, esa isla sin barba de mi marca siniestra.
Lloramos hasta el alba. Desgraciados , felices. Luego me levanté y descorrí la cortina doble.

jueves, 31 de julio de 2008

Cruzada contra el euribor

EURIBOR: de rabiosa actualidad, dícese de ese elemento intangible que actualmente quita el sueño a todo españolito medio, de forma mucho más efectiva que tomarse 5 red bulls del tirón.

Y es que la cuesta de enero ya forma parte del pasado. A día de hoy el sustantivo "cuesta" se nos queda corto para definir lo que para mi supone una escalada de alta montaña en toda regla. Y es que ya a día 5 en cualquier mes del año, me siento cual alpinista profesional ascendiendo el Everest a trancas y barrancas, prácticamente sin aliento, y cargando mi mochilón de pagos a cuestas (y eso sin ni siquiera contar con un sherpa que me guíe en mi camino y alivie un poco esta aventura mensual). Llegar a final de mes, sin morir en el intento, es toda una proeza.
Desde el mes de enero he sido contagiada por euribitis aguda, que es esa crisis paranoide de consultar, casi de forma compulsiva, su evolución diaria. Bendito internet, me permitía cada mañanita ver en que punto estaba, por supuesto rezando, cual beata en plena procesión de semana Santa, para que de forma milagrosa, hubiera iniciado su descenso. Por supuesto, y a poco que consultéis las noticias económicas, esto no fue así. Me "revisaron" hace unos días y, finalmente, mi hipoteca, como es de prever, ha subido.

En conclusión: he decidido dejar de ser una sufridora crónica. A partir de mañana empiezo a "quitarme" de mi adicción a la consulta del Euribor (digo mañana porque hoy mismo no pude resistirme), y a intentar vivir más relajada. Respiraré hondo cuando las fuerzas flaqueen y pensaré que esa fuerza cósmica que rige nuestro destino aprieta pero no ahoga, ya vendrán tiempos mejores, estoy convencida.

lunes, 21 de julio de 2008

Una historia

Esta es la historia poco original de una chica cualquiera, ni mejor ni peor que el resto….ni más guapa, ni más lista. Vive sola, en un apartamento pequeño, de una ciudad no tan pequeña pero que le encanta, por proporcionarle eso que tanto aprecia: el anonimato. Y es que ella es una chica discreta; desde hace ya mucho tiempo sabe que tiene una gran facilidad para pasar desapercibida. Quizás para la mayoría esto puede resultar poco atractivo, pero a ella no le importa porque es tímida y reservada.
No se considera buena en nada, pero tampoco mala, que no es poco. Aunque sí, debe admitir con ambiciosa sinceridad, que le encantaría tener una capacidad innata para hacer algo, lo que sea, pero que le permitiera salir de lo estándar. Entre nosotros, puede que sea especial en algo, aunque ella aún no lo haya descubierto. Y es que la vida es demasiado corta como para probarlo “todo”.
Hace tiempo que echó por tierra unos cuantos topicazos, como por ejemplo el de que “cada uno recibe lo que da”, o eso de que “el tiempo pone todo en su lugar”, pero le reconforta pensar que a veces eso sucede, como el ateo que de golpe algún día se sorprende a sí mismo rogándole al Jefe de allí arriba que le eche una manita, por aquello de “por si acaso”. Y es que el tiempo no puede ser tan cabrón como para dedicarse únicamente a hacernos físicamente más viejos; digo yo que estaría bien que nos sorprendiera de vez en cuando.
Ella y la Soledad se llevan bastante bien. Se toleran, se aceptan, y no pasan tampoco demasiado tiempo juntas, por lo que su relación está en perfecto equilibrio la mayor parte del tiempo. Claro que de vez en cuando dicha relación entra en crisis, pero esto pasa hasta en las mejores familias, así que no deberíamos tenérselo en cuenta. La Sole forma parte de su vida y si desapareciera totalmente, incluso la echaría de menos. Compadece a aquellos que no han tenido la “suerte” de conocer el lado bueno de su amiga la Soledad, y es que para ello hay que ponerle ganas, sí, porque es hueso duro de roer, pero una vez le pillas el gusto se hace imprescindible, la jodía…
Es muy soñadora. Reconoce que fantasea con facilidad, claro que no ha contrastado con nadie este rasgo, así que no sabe a ciencia cierta si fantasea lo justo, o mucho más que el resto de la gente común (genios, poetas y locos varios no pueden entrar dentro de la estadística. Por supuesto ellos deben tener el record mundial de “sueños sin estar dormido” por minuto). “Seguramente sería todo más fácil si tuvieras los pies bien puestos sobre la tierra”-le dice la Sole-“pero no sería ni la mitad de divertido y, quizás, tú y yo dejaríamos de llevarnos tan bien”.
Le entristece observar (desde la distancia, claro, ya dijimos que es una chica discreta) a todos aquellos que se limitan a atravesar el camino de la vida sin actuar demasiado, arriesgando lo justo, incluso nada. Tiene sus temores, por supuesto, (en caso contrario sería una suicida), pero es decidida y valiente, a un nivel bastante aceptable teniendo en cuenta de que hablamos de una chica estándar que lleva una vida tan estándar como ella misma.
De vez en cuando siente la inspiración suficiente para ponerse a escribir un poquito sobre ella misma, como ahora está haciendo, pero como dijimos al principio, es una chica poco original, con no demasiadas experiencias dignas de ser plasmadas en papel.
Además, ni siquiera puede fanfarronear diciendo que se conoce al dedillo; muchas veces se sorprende a sí misma con actitudes o comportamientos que no esperaba....y es que, debe reconocer, a veces puede ser una caja de sorpresas. Se considera una racional centrada y responsable capaz de dejarse llevar por las emociones sin pensar en las consecuencias. Sí, sabemos que es algo contradictorio, pero ¿que hacer si es cierto? no todo es blanco o negro, dicen por ahí, hay mil matices de grises. Y es que casi siempre es complicado definirse porque se puede caer en contradicciones semánticas difícilmente justificables, y aquí tampoco pretendemos que el resto del mundo lo entienda, ni muchísimo menos. Y como además, no pretende cambiar, pues ahí queda eso: se define como una mujer “racional-impulsiva”.
De gustos sencillos, le encanta reír, conocer y charlar con personas que le transmitan buen rollo, y vivir haciendo, en la medida de lo posible, la vida más bonita a aquellos a quienes quiere. Esto, por supuesto, no siempre es posible, como hemos dicho más arriba, el tópico de “recibimos lo que damos” debió ser inventado por alguien excesivamente optimista (Sr. Drexler, sentimos contradecirlo), y con lo que, por lo tanto, no puede sentirse identificada. Pero tampoco es algo que le quite el sueño, las cosas son así y punto.
Y llegados hasta aquí, aún dejando algunos aspectos en el tintero, preferimos terminar esta historia, porque aunque se trata de una chica bastante convencional, probablemente acabemos escribiendo una segunda parte. Y es que estamos en nuestro derecho, ya que éste es su blog, un espacio para disertar un poquito, ella misma, o cualquiera que guste hacerlo, las puertas de su "casa" están abiertas para todos.

lunes, 7 de abril de 2008

Mi 29 Cumpleaños

Que mejor manera para inaugurar mi Blog que en este día tan especial: MI CUMPLEAÑOS…
7 de Abril, esa fecha “genial”, que sin saber cómo ni cuándo, dejó de ser mi día favorito, “EL DÍA en mayúsculas”, y pasó a ser EL DÍA PLOOOOOOOF, REAFIRMACIÓN DE QUE SOY UN AÑO MÁS VIEJA.
Y no puedo evitar recordar con cierta nostalgia ese día glorioso en el que mis compañeritos de clase me hacían cada uno de ellos un dibujito monísimo, y yo, toda exultante, les llevaba una bolsa de chucherías de las buenas! Ese día tan genial, donde mi madre “con todo el cariño del mundo” se pasaba la tarde haciendo bocadillos de Bimbo sabores mil (eso si, siempre con mantequilla, tanto el de chorizo como el de jamón de york, que más da! Es un cumpleaños!)…Eso sí eran fiestas y lo demás tonterías.
Y sin saber el porqué, llegó un momento en que MISUPERDIA dejó de serlo, así, sin más. Y es que el paso del tiempo, no nos engañemos, no deja de ser una putada muy grande.
A partir de ahora empezará a ser habitual el hecho de que la gente suelte ese comentario tan entrañable de: “estás muy bien para tu edad!” no sabiendo tú si tomarlo como un cumplido o como un recordatorio de que a tu alrededor empieza haber demasiada gente más joven.
Cumplo 29 añazos, soy más vieja pero también más sabia, y, como dice mi madre, la alternativa a no cumplir años es muy jodida, así que bienvenidos sean, los 29, los futuros 39, 49 y 89.
Cumplir años tiene el efecto positivo que es la reflexión de lo efímero del tiempo, de que la vida no hay que contemplarla siendo un mero espectador de nuestro entorno, sino que hay que actuar, vivir con intensidad y disfrutar de todo lo que nos rodea, hasta de lo más simple. Como dijo Alanis Morissette, “life is a funny way”, y yo, a mis 29, estoy divina de la muerte.